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PRESENTACIÓN DEL LIBRO: JAMES DOUGLAS. LA CRUZADA DE BRAVEHEART

El próximo viernes 29 de marzo a las 19.30 horas en la sede de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera, sita en calle Encarnación número 16, tendrá lugar la presentación del libro titulado “James Douglas. La cruzada de Braveheart”, de Isidoro Otero Cabrera, Académico Correspondiente por la Sección de Letras. Coordina José Escalante Jiménez, Vicedirector de esta Real Corporación.

 

La primera noticia de esta historia la encontré en una plaza de Teba, villa de la provincia de Málaga. Está impresa en un monolito de piedra que en letras doradas hace referencia a un rey escocés, a su más leal caballero, y a una aventura medieval y contemporánea.

Este es un libro de historia y a la vez un libro de viaje. La historia de un viaje medieval, una última cruzada cuando estas ya no se hacían. Un viaje a través de la historia y cómo ha sido vivido, recordado y sentido a lo largo de siete siglos.

Estos acontecimientos tienen la virtud de provocar reencuentros, hermanamientos, entre ciudades distantes y alejadas, que se reconocen y se unen en un pasado común, lo que les permite abrir horizontes de futuro.

Todo construido y aderezado a través de lecturas e investigaciones en las que confluyen caballeros templarios, monjes guerreros de hábitos blancos con la Cruz Paté y guerreros nazaritas, como anhelaría la más consumada novela histórica. Por eso el cine ha recreado los antecedentes de estos hechos en la película “Brave heart" que gira en torno a la independencia de Escocia conseguida por Robert the Bruce, Roberto I, en la que Mel Gibson interpreta a uno de los héroes, William Wallace, que al final sería traicionado y Bruce se convertiría en rey. Lo que voy a narrar es la continuación de esta historia y corregir la visión errónea de Hollywood al atribuir la expresión “Brave heart” a Wallace, siendo ese “Bravo Corazón” el del rey Roberto, el que James Douglas llevaba colgado para consagrarlo en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén y que luchará contra las tropas musulmanas al entrar en combate en las estribaciones del río Guadalteba, puerta de entrada a la Serranía de Ronda.

Corazones embalsamados, un guerrero que lo lleva sobre su pecho, y cuyo corazón acabará también siendo momificado. Motivo de excomuniones, un rey privado de recibir la unción papal, los santos Sacramentos, las indulgencias, por el asesinato en un lugar sagrado, por profanar una iglesia franciscana, y unos caballeros abocados al mismo destino por participar en la extracción del corazón de su monarca.

En su desarrollo se mezcla el pasado y el presente, las resonancias están aún vivas, se detectan en el paisaje, las piedras y las gentes de estos bellos lugares que son Escocia y Andalucía.

Nos habla también de contactos entre europeos desde la Baja Edad Media, acontecimientos que unieron a guerreros, a pueblos como Douglas, en los borders, en la frontera con Inglaterra, o a Teba, población fronteriza entre Castilla y el reino Nazarí de Granada. “La vida se crece siempre en las fronteras” , dentro de todos los reinos o imperios ha habido fronteras, lugares donde se ha gestado el futuro.

Guerras de frontera y guerras de independencia, la libertad como valor supremo. La libertad de una nación ocupada, que es vivida a nivel personal, como una opresión, la lucha de un pueblo, representando por sus señores o adalides, que se siente sometido y que se rebela por sus derechos, tal como se concebían en el siglo XIV, frente a un invasor.

Hombres y mujeres de un orbe diferente, en el que la violencia y la guerra eran cotidianas. El sufrimiento se hacía palpable en el hambre tras un periodo de sequía y malas cosechas, y como consecuencia terrible, la peste negra, una mortandad epidémica de la que pocos se libraban. Ante esta realidad la religión lo impregnaba todo, el pecado irremediablemente estaba presente en todos los aspectos de la propia vida y en la consecución de una promesa de salvación que no era la de este mundo. Son valores que hay que enjuiciar desde aquella perspectiva, empatizando con una época de la que nos separan siete siglos.
La idea de Cruzada contra el infiel estaba muy presente, en Francia, Flandes, Aragón y Hainaut se respiraban aires de cruzada; en Castilla, Portugal, Aragón y Navarra se preparan para una expedición contra los infieles de Granada. Embajadores y embajadas se afanarán por recoger adhesiones de señores importantes: del rey de Bohemia, del conde de Beaumont, de Alençon y del duque de Borbón, entre otros.

La peregrinación es un recorrido religioso, una cruzada tiene un componente guerrero, pero esta aventura es algo más, es la búsqueda de un “locus sanctus”, para coadyuvar a su liberación, una obligación caballeresca, un viaje por un mandato ajeno, una promesa a un amigo y a un rey.

Escocia pugnaba por instalarse entre el concierto de las naciones, en el tablero de la Europa de la baja Edad media, la alianza con Francia, la paz con Inglaterra, el reconocimiento de la Santa Sede, eran aspectos fundamentales para construir una nación. James Douglas viaja como embajador de un reino que acaba de conseguir su independencia y que porta cartas credenciales del rey inglés, a quién habían derrotado.

Dos tierras, el valle del Douglas y el valle del Guadalteba, dos ríos, unas gentes, diferentes en costumbres, lengua y cultura, con paisajes contrastados. Una ventana abierta entre dos culturas diferentes.

Caballeros y soldados, líderes como Robert I, Alfonso XI, Muhammad IV, James Douglas, Ozmín; época de caballería y de ideales tamizados por el romanticismo. Dos fortalezas, con sus muros, barbacanas, torres, aspilleras… Castle Dangerous, El Castillo Peligroso y el Castillo de la Estrella. Ciudades de la cristiandad, como Edimburgo, Aviñón, Santiago de Compostela, Sevilla, Jerusalén.

Abadías en ruinas, caballeros que participaron en la cruzada y que están enterrados en pequeñas capillas, como la de Santa Brígida o la de Rosslyn, para algunos un libro esotérico-templario en piedra, que cuenta con cientos de relieves, capiteles y otros detalles decorativos como las supuestas plantas de maíz, una representación que demostraría que un antepasado de los Sinclair descubrió América antes que Cristóbal Colón.

Una familia y un objetivo a cumplir, una responsabilidad histórica sentida por el conde de Selkirk y el conde de Douglas-Hamilton, una empresa fallida, inacabada. Un corazón embalsamado, perdido durante siglos. La historia ha hablado, la promesa fue satisfecha. La Jerusalén eterna podía estar en la orilla más cercana del Mediterráneo.

Los emblemas, la heráldica, los blasones de tres estrellas, el castillo de la estrella y Jerusalén, la ciudad de la estrella. Una coincidencia histórica, el escudo de James Douglas con sus tres figuras, tenía que llevar el corazón de su rey al Santo Sepulcro, a la ciudad cuyo símbolo es este astro, y sus días acabaron a los pies de la fortaleza del mismo nombre. Quizá la historia se sostiene sobre una red invisible de casualidades .

Un monolito en granito escocés, como testimonio de una memoria reflejada en el paisaje de Teba y Escocia, hermanadas por una historia contada con imágenes, grabada en la piedra y escrita con un cálamo de vivencias.

Isidoro Otero Cabrera

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